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Trastornos del equilibrio

El cerebro, los oídos, los ojos, las articulaciones y los músculos trabajan conjuntamente para ayudarnos a mantenernos bien firmes y erguidos. Si alguno de ellos no funciona bien, puede haber problemas de equilibrio.

Los trastornos del equilibrio pueden aparecer en personas de cualquier edad y los síntomas pueden pasar desapercibidos o atribuirse a otras causas. Los niños y adolescentes con problemas de equilibrio tal vez parezcan torpes o descoordinados. Es posible que tengan problemas o dificultades para andar, montar en bicicleta, hacer los deberes o jugar.

¿Cuáles son los signos y los síntomas de los trastornos del equilibrio?

Algunos niños y adolescentes solo tienen síntomas leves que apenas se notan, mientras que otros tienen síntomas más graves. Los niños muy pequeños quizás no sean capaces de describir cómo se sienten. Los niños mayores y los adolescentes se pueden quejar de estar mareados, aturdidos o desorientados.

Por lo general, los niños y los adolescentes con trastornos del equilibrio pueden:

  • tener problemas relacionados con el equilibrio, como sensación de inestabilidad; estar tan "groguis" o atontados que les cuesta ponerse de pie, andar, doblar esquinas o subir escaleras sin caerse; chocar con las cosas, tropezar o caerse.
  • caminar con las piernas demasiado abiertas o no ser capaces de avanzar sin tambalearse o sin buscar apoyo para avanzar. También puede resultarles difícil andar a oscuras o sobre superficies irregulares o desniveladas.
  • tener vértigo. El vértigo es la sensación de que la persona o las cosas que rodean a la persona se están moviendo. Los niños también pueden describirlo como la sensación de que todo está dando vueltas, aunque ellos estén quietos, como si se estuvieran columpiando o dando vueltas en un tiovivo.

Entre otros signos, se incluyen los siguientes:

  • náuseas, vómitos y/o dolor de estómago
  • intolerancia al movimiento (mareos al viajar en automóvil)
  • movimientos oculares involuntarios
  • problemas en la vista
  • dolores de cabeza o migrañas
  • retraso del desarrollo
  • caídas frecuentes
  • cansancio o malestar
  • miedo, ansiedad o pánico
  • depresión

Las personas con trastornos del equilibrio también pueden tener pérdidas auditivas u otros problemas auditivos. Es posible que escuchen los sonidos más apagados o amortiguados, sobre todo, cuando hay ruido de fondo. Los niños también pueden tener dolor de oído, presión o sensación de tener los oídos "tapados", así como tinnitus o acúfenos (zumbidos u otros sonidos, como ronroneos o murmullos, dentro del oído).

En la escuela, los problemas de equilibrio tal vez hagan que sea difícil recordar cosas, concentrarse, prestar atención y seguir instrucciones. Los niños quizás no sean capaces de escuchar al profesor o de concentrarse en la pizarra, la pantalla o las tareas escolares. Los problemas relacionados con el equilibrio pueden hacer que las clases de gimnasia y el deporte resulten muy difíciles.

Los niños y los adolescentes se pueden frustrar porque son conscientes de que están tratando de hacer las cosas lo mejor posible, pero no son capaces de hacer algunas de las cosas que quieren hacer o que necesitan hacer y no saben por qué.

¿Cuáles son los distintos tipos de trastornos del equilibrio?

Entre los trastornos del equilibrio que pueden afectar a los niños y a los adolescentes, se incluyen los siguientes:

  • la tortícolis paroxística benigna del lactante, que por lo general se inicia durante los primeros seis meses de vida. Los niños con esta afección tienden a mantener la cabeza ladeada porque están muy mareados.
  • el vértigo paroxístico benigno de la infancia, donde el vértigo llega repentinamente. Los niños pueden parecer asustados e inestables durante breves períodos de tiempo. Los médicos buscarán otras causas neurológicas, como crisis convulsivas, antes de hacer un diagnóstico. Los episodios son breves y se detienen por sí solos. Algunos niños con vértigo paroxístico benigno de la infancia quizás tengan migrañas más adelante.
  • el vértigo postural paroxístico benigno (VPPB), que ocurre cuando las partículas cristalinas (llamadas "otolitos") se salen de lugar y se mueven a través de los canales semicirculares del oído interno. Los niños con VPPB con frecuencia expresan que tienen la sensación de que todo da vueltas durante unos segundos o minutos al cambiar de postura; por ejemplo cuando se dan vuelta rápidamente al estar de pie o en la cama.
  • la neuritis vestibular, que se debe a una infección de origen viral. La infección causa inflamación en el nervio vestibular. El nervio vestibular envía información sobre el equilibrio desde el oído interno hasta el tronco encefálico.
  • la laberintitis, que es una neuritis vestibular asociada a pérdida auditiva. Está causada por una infección viral o bacteriana del oído interno.
  • el síndrome postconmocional, que ocurre cuando una persona continúa con síntomas (como mareos) después de mucho tiempo de haber sufrido la lesión.
  • la migraña vestibular, que son migrañas que cursan con vértigo, mareos o falta de equilibrio

Con menos frecuencia, los niños y los adolescentes pueden tener:

  • fístula perilinfática, que es un defecto de la conexión entre el oído interno y el medio. Puede aparecer después de un traumatismo y puede causar tanto pérdida de la audición como síntomas relacionados con el equilibrio.
  • la dehiscencia del canal semicircular, que es un defecto de uno de los órganos del equilibrio, que nos indica cuándo estamos girando. Esto puede hacer que una persona se sienta mareada después de escuchar sonidos fuertes.
  • la enfermedad de Meniere, que es un problema del oído interno capaz de causar vértigo, taponamiento del oído y pérdida fluctuante de la audición. Es más frecuente en adultos que en niños y adolescentes.

¿Cuáles son las causas de los trastornos del equilibrio?

Los médicos no siempre logran saber cuál es la causa de un problema relacionado con el equilibrio. Pero los síntomas pueden ser causados por muchas cosas, como las siguientes:

  • lesiones en el oído
  • lesiones en la cabeza y el cuello
  • ototoxicidad (medicamentos que dañan al oído)
  • migrañas
  • pérdida de la audición
  • infecciones de oído medio (otitis media) o colesteatoma
  • otras infecciones (como el virus del herpes, la varicela, los resfriados, la gripe, la meningitis, el sarampión, las paperas o la rubéola)
  • un mareo causado por el movimiento
  • crisis convulsivas

Los niños con antecedentes familiares de problemas auditivos o vestibulares, migrañas o mareo por el movimiento son más propensos a tener trastornos del equilibrio.

¿Cómo se diagnostican los trastornos del equilibrio?

Para diagnosticar un problema del equilibrio, el médico preguntará sobre los síntomas y hará una exploración física del paciente, que incluirá observar su marcha, comprobar cómo mantiene el equilibrio y evaluar sus habilidades motoras. También preguntará por los antecedentes médicos del niño y la familia.

Es posible que el médico desee que el niño vea a un audiólogo (especialista en audición y equilibrio), un otorrinolaringólogo (especialista en oído, nariz y garganta), un fisioterapeuta o un neurólogo (especialista en el cerebro y el sistema nervioso).

Entre las pruebas que se hacen para detectar un problema, figuran las siguientes:

  • pruebas de diagnóstico por la imagen, como una tomografía computada (TC) o una resonancia magnética (RM)
  • pruebas de audición para comprobar la sensibilidad auditiva y el funcionamiento del oído medio
  • electronistagmografías (ENG) para evaluar el equilibrio usando unos electrodos que se colocan alrededor de los ojos mientras una computadora registra los movimientos involuntarios del ojo
  • videonistagmografías (VNG), donde el niño focaliza los ojos en varios puntos mientras usa unas gafas con unas lentes especiales de grabación por video
  • potenciales vestibulares miogénicos evocados, en los que se colocan electrodos en la cabeza y el cuello para medir las contracciones de los músculos del cuello y la cabeza (cervicales) y los movimientos de los ojos (oculares) en respuesta a chasquidos a volumen elevado
  • prueba de video impulso cefálico (vHIT), que usa unas gafas especiales para comprobar las partes del oído interno mientras se mueve la cabeza en diferentes direcciones
  • prueba de la silla giratoria, en la que se usan gafas y una silla especial para evaluar la función vestibular y detectar si existen diferencias entre ambos oídos
  • posturografía, que mide la capacidad del niño para mantener el equilibrio mientras está de pie sobre una plataforma estable o inestable
  • cuestionarios sobre equilibrio para niños que pueden describir el grado de mareo que experimentan a lo largo del día mientras realizan distintos tipos de actividades

¿Cómo se tratan los trastornos del equilibrio?

Algunos tipos de trastornos de equilibrio desaparecen por sí solos. En otros, los síntomas vienen y van o se prolongan durante varias semanas, meses o más. En función de cuál sea su causa, los medicamentos o la cirugía pueden ayudar a algunos niños. La fisioterapia y la terapia del equilibrio también pueden ayudar a controlar los síntomas.

La terapia de equilibrio (también llamada "rehabilitación vestibular"), que se realiza con un fisioterapeuta, puede incluir ejercicios que ayudan a fortalecer los músculos de las piernas y el torso para mejorar el equilibrio y la coordinación.

Tratar las pérdidas auditivas también puede ayudar a mejorar el equilibrio.

¿Cuándo debería llamar al médico?

Los mareos y la torpeza pueden ser signos de un trastorno del equilibrio, pero también pueden estar causados por otros tipos de problemas. Por ejemplo, un niño se puede marear porque está deshidratado o porque se ha puesto de pie demasiado deprisa. Y hay muchos niños que a veces tropiezan y se caen, sobre todo durante la primera infancia, momento en están aprendiendo a andar, y la etapa preescolar, cuando se están acostumbrando a mover sus cuerpos.

Pero si uno o más signos de los trastornos del equilibrio ocurren a menudo o con regularidad, explíqueselo al médico de su hijo para que lo evalúe. Diagnosticar y tratar los trastornos del equilibrio precozmente puede ayudar a los niños a volverse más estables y más coordinados, a hacer las cosas que les gusta hacer y a sentirse mejor.